Quantcast
Channel: Cosas Divertidas
Viewing all articles
Browse latest Browse all 5821

(cOsAsDiveRTIdAs:221148) Hola . :-)))

$
0
0
MONTELEÓN

-¡La madre que lo parió…!

El Voluntario del Estado, Pedro García, no puede reprimir la expresión mientras ve al desquiciado capitán de artillería Pedro Velarde darle voces en la cara al coronel del Regimiento. Le dice de todo menos bonito, y el viejo coronel está rojo como un tomate. Rojo de ira y de vergüenza.

- ¿No oye los tiros?... ¿No oye cómo los gabachos aniquilan a nuestro pueblo?...

Todo esto grita el capitán Velarde, y lleva razón, desde primera hora de la mañana se escuchan las detonaciones de los cañones, las salvas de los mosquetes y los gritos de la gente indefensa y horrorizada por la crueldad francesa, que una vez abierta la veda, disparan contra todo lo que se mueve.

Y los militares, aquellos que han jurado defenderlos, encerrados en los cuarteles, escondiendo la cabeza… Algunos, porque el capitán artillero y otros como él, llevan pregonando la resistencia y el degüello de gabachos desde que éstos tomaron la fortaleza de Figueras.

Formados en el patio hay treinta y tres soldados del Regimiento.
La compañía del capitán Goicoechea, que está el hombre tieso como una vara, viéndolas venir.
A su lado los tenientes Ontoria y Ruiz, que apenas puede contener las toses asmáticas, pero al que le brillan los ojos con el fuego de la cólera, miran de vez en cuando a su capitán.
Nos tocará la china, ya verán. Dicen sus ojos de veterano. El capitán artillero ya les ha mirado varias veces. ¿Está dispuesto, capitán?, parece preguntar Velarde con la mirada, y Goicoechea le ha respondido:

- ¡A mandar!, para eso estamos… Pero maldita la gracia que me hace…


Cuando la compañía sale formada, oficiales al frente, mosquetes en alto, son aclamados por los gritos de docenas de paisanos. ¡Viva el Ejército!, ¡Viva España!...

Muchos llevan navajas, cuchillos, trabucos y escopetas de caza, tijeras, agujas, hoces, espadas oxidadas. El Pueblo se ha armado. Desde la parte de Puerta del Sol y desde Palacio se oyen los disparos y los gritos. Madrid está en pie de guerra.

En mitad de la formación, Pedro García, repite la coletilla, ésta vez abarcando a toda su gente, a todos sus hermanos que ahora gritan en la calle dispuestos a morir por su suelo y su dignidad, por un rey ingrato, por una Patria dura de la que todos reniegan y critican, pero a la que todos ahora han salido a defender con uñas y dientes:

- ¡La madre que nos parió… ¡- Dice el joven soldado…

Se dirigen al Parque de Artillería de Monteleón, allí hay armas, mosquetes, bayonetas y cañones…Pero allí no hay más que una débil tapia, edificios, cuadras y almacenes. No es el Parque plaza fortificada ni bastión.

El antiguo palacio de los Duques de Monteleón y Terranova, que se había quemado en 1723, que había sido residencia del abdicado rey Felipe V y de su esposa Isabel de Farnesio, no era el mejor lugar para la defensa, pero no había otro, además, allí había cañones, y con cañones los gabachos pagarían el precio estipulado.

Al llegar al Parque, hay tropecientos millones de civiles pidiendo armas, gritando con los ojos desorbitados por el odio, deseando agarrar a uno de los ochenta franceses que hay dentro, y despedazarlo con sus propias manos.
Gritan de júbilo al ver llegar a la compañía de Goicoechea y al capitán Velarde, al que abrazan y besan, y casi alzan en vilo…
Los ánimos están caldeadísimos, se pide sangre francesa, y se pide a hectolitros.

Dentro del Parque, el teniente Rafael Arango, ha conseguido, a base de mano izquierda, aplacar los ánimos de los ochenta franceses que guarnecían el parque y evitar que los civiles entrasen y practicasen la esgrima navajera con ellos.
Poco después ha llegado el capitán Luís Daoiz, veterano militar, experto artillero y español lúcido y cabal, que siente en las tripas la necesidad de alzarse contra Napoleón, pero que también entiende que hay que hacerlo bien, porque el precio a pagar en sangre, será demasiado alto.

El veterano capitán sostiene las riendas de la situación con templanza y sangre fría.
Pero el gabacho está irritado:- Mon Dieu, habgase visto desfchates, peggos espagnoles…
Y está a punto de ordenar a sus hombres calar las bayonetas y salir fuera y abrirse paso entre la turba, cuando de repente las puertas se abren y entran el capitán Velarde, como un toro del chiquero, oiga, y la tropa española que le sigue…Desde la calle llegan el millón y pico de voces, gritando en buen castellano que quieren criadillas de francés para el desayuno.

Velarde se encara con el oficial gabacho, lo mira de arriba abajo y le suelta de sopetón, sin anestesia ni nada:

- O te rindes, o te suelto a la plebe para que te destripen a navajazos, a ti y a tus hombres… Créame, mesié, ninguno saldría vivo…

Y el oficial, que combatió a los prusianos, a los egipcios, a los ingleses, que siempre defendió a su Emperador, escucha los gritos inhumanos que llegan de la calle, las manos como garras que se agarran a la tapia, las navajas de palmo y medio que allí en aquella España atrasada y brutal lleva todo el mundo.
Y entrega su sable. Capaz es el español éste, de soltarme a ésa jauría-Piensa.

Luís Daoiz que ha visto entrar a su amigo, directo a por el francés como un búfalo, y que ha visto a éste rendirse y dejarse conducir manso hasta el calabozo, siente en las tripas que ahora es el momento y el lugar.
No debería haber sido así, pero ya no hay remedio. Mientras escucha los disparos que vienen de las calles, saca el sable, mira al cielo y dice:

- ¡Las armas, al Pueblo!… No son nuestros hermanos…

Y entre gritos de júbilo, se reparten mosquetes y bayonetas y se prepara la defensa del Parque de Monteleón.

Se ocupan las tapias y las ventanas de los pisos altos, al joven Pedro García le toca esta última posición, una ventana que da a la calle San José y desde la que ve los cañones y a los capitanes y al teniente Ruiz, que se quedó abajo, y a la multitud de civiles que corretean entre los uniformes.

- ¡La madre que nos parió….!


Los primeros franceses que llegan son los de La Brigada Lefranc, arrogantes y sobrados llegan hasta la puerta del Parque y llaman a la puerta, educados.

El primer cañonazo destroza la vanguardia francesa desde dentro, los cañones luego se sacan a la calle, sin protección ni barricada, a pecho descubierto.
Y se rechazan, uno tras otro los intentos franceses, los cañones de Monteleón batiendo a los enemigos de España, salvando el honor de todo el ejército.
Desde las ventanas, sin dejar de morder cartuchos y de disparar, como le enseñaron en la instrucción, el joven Pedro ve caer abatido al valiente teniente Ruiz, que herido grave, había seguido mandando el cañón que servía.
Queda muerto allí, mezclado con los paisanos, mujeres y hombres del pueblo que están muriendo allí junto a ellos.
Pero los franceses no han tomado Monteleón.

Sobre las once de la mañana, las fuerzas francesas que convergen sobre el Parque, cuadriplican al número de defensores, pero es tanto el ardor y el valor de éstos que ni La Brigada Lefranc, ni el batallón de Westfalia, ni el Primer Regimiento Provisional, tropas veteranas y fogueadas en mil batallas son capaces de doblegar la resistencia española.

Las bajas se cuentan por cientos, y los franceses se ven obligados a traer cañones y batir con ellos la expuesta posición española…
Se ha llegado a rechazar el ataque, especialidad de la casa, de tres columnas francesas, atacando a la vez, aguantando los defensores de los cañones como jabatos.

- ¡La madre que nos parió…!

El general Legrange, que se ha hecho cargo de las tropas francesas está que trina.
¡Nes pa possible!, se dice una vez y otra, cuando ve salir entre la humareda a su soldados vapuleados y chorreando sangre, gritando que allí no hay quién pase, que están los demonios aquellos que no les dejan…

Entonces el general francés ordena a la artillería, batir la posición española sin descanso hasta que la columna de dos mil hombres, que él mismo encabezará, esté a dos pasos de aquellos locos.
Y así se hace. Y llegan los gabachos hasta la línea de cañones, y parece que van a ser rechazados otra vez, pero no…
La marea de bayonetas y chacós es ya imparable, apenas quedan defensores, los muertos se amontonan y el último disparo de metralla, se acababa de disparar.

Desde la ventana, el joven soldado ve caer al capitán Velarde, en la misma puerta, cuando salía sable en mano a rechazar el asalto francés.
También ve cómo Luís Daoiz está apoyado en un cañón, sangrando por la pierna, la vida escapándosele, el sable en alto, gritando palabras que no oye, pero que entiende:

- ¡Santiago!... ¡España, España…!

Y la gente que sigue acuchillándose por el patio del Parque, que empieza a inundarse de franceses.

Dispara su mosquete, un zapador bigotudo menos, está recargando cuando ve a un emperifollado oficial acercarse a Daoiz, y tocarle arrogante y desconsiderado la cabeza con el sable, y al bravo oficial español, alzarse dolorido sobre la pierna buena, y lanzarle una cuchillada al francés, que da en carne y lo hace retroceder más blanco que la nieve.
Al pobre Daoiz lo cosen a bayonetazos de inmediato.

El último cartucho que muerde y dispara Pedro García es para los que matan al valiente Daoiz.

Los franceses están ya por todo el recinto, algunos siguen luchando hasta el final, otros se rinden, otros huyen…
La resistencia en Monteleón ha terminado.

Cuando sale al patio, donde hay un grupo de civiles supervivientes rodeados de gabachos, que les pinchan en el culo con las bayonetas, puede ver Pedro García la magnitud verdadera de su resistencia.
Los muertos y los heridos, los cascotes, las casas derruidas, los lamentos de los moribundos.

Mientras los que quedan vivos de la compañía forman delante del capitán Goicoechea, todos agotados, sucios y roncos, al joven soldado una punzada de orgullo le llena el corazón.
A pesar de la derrota, a pesar del dolor.

Y algunos gabachos los miran, irritados, coléricos, pensando en los camaradas que ha costado aquel reducto rodeado de tapias, defendido por cuatro gatos y dos cañones. Pensando en lo duro que ha sido, en la férrea voluntad de morir o vencer de los españoles…

Y el joven Pedro, de nuevo, piensa lo que lleva toda la mañana pensando, y que él resume en una frase, la que lleva repitiéndose todo el día, desde que había aparecido el loco Velarde dando gritos:

- ¡La madre que nos parió….!








--
--

Saludos desde Granada,

Antonio.


POR FAVOR, SI REENVIA ESTE CORREO, TENGA EN CUENTA LOS SIGUIENTES PUNTOS:
1.- Borre la dirección del remitente así como cualquier otra dirección que aparezca en el cuerpo del mensaje.
2.- Proteja las direcciones de los destinatarios colocando las mismas en la línea de CCO (CON COPIA OCULTA)
Combatir el spam es tarea de todos.

Viewing all articles
Browse latest Browse all 5821

Trending Articles