MARTÍN ALONSO PINZÓN.
Marino Español, descubridor del Nuevo Mundo. (1441-1493)
Cristóbal Colón ha pasado a La Historia como el único descubridor del Nuevo Mundo, como un gran almirante, y como un iluminado predestinado a grandes hazañas.
Sin embargo no es oro todo lo que reluce, y Colón era un avezado marino, culto y seguidor de la Teoría Copernicana al que, eso sí, sus convicciones y ambición le llevaron a remover cielo y tierra con tal de lograr sus objetivos.
En la histórica travesía, incluso en la gestación de la misma, nada habría sido como fué, si no es por la figura de un hombre que hoy está olvidado en un cajón, otro héroe olvidado.
Cuando Colón llega al puerto de Palos y allí difunde La Cédula Real que obliga a la población de la zona a prestar su ayuda al genovés, la marinería de lugar aunque quiere cumplir con sus Reyes, pasa y mucho del llamamiento y del arrogante extranjero que la proclama.
La empresa es arriesgada y las maneras prepotentes de Colón no ayudan.
Entonces es cuando entra en escena nuestro hombre.
Martín Alonso Pinzón, que es un reputado marino y armador de la zona, tenido por valiente y leal con su Patria pues había luchado con bravura en las Guerras contra Portugal.
Es audaz, decidido y conoce los derroteros atlánticos como nadie, mejor incluso que los propios portugueses.
Colón le convence para que apoye su proyecto transoceánico y desde ése momento, Martín toma el mando “de facto”, de la expedición.
Desecha dos barcos que Colón había escogido y que no servían para la travesía que se proponían realizar. Martín arrenda dos carabelas, “La Pinta” y “La Niña”, enlistando entre los que compondrán la valiente expedición a los hermanos Niño: Pedro Alonso, Francisco y Juan, que son también de otra familia conocidísima de Moguer, también los Niño son avezados y peritos marinos.
Cuando se corre por la comarca la noticia, los marineros antes reticentes a embarcarse, llenan las tres naves, las dos carabelas y una Nao, embarcación de porte mayor que la carabela, propiedad de otro gran hombre de ciencia y mar que se ha unido al viaje, Juan de la Cosa, la Nao se llamaba, “Mari Galante”, pero a Colón el nombre no le agrada y será rebautizada como “Santa María”.
No es lo mismo embarcar con un genovés desconocido, arrogante y presuntuoso que junto a Martín Alonso Pinzón y sus hermanos, debieron pensar los marinos, grumetes y aventureros que decidieron subir a bordo de aquellas tres históricas naves.
Así el tres de agosto de 1492, salen del puerto rumbo a las Islas Canarias, donde tienen que parar a reabastecerse para poder continuar la aventura y reparar el timón de “La Pinta”, que se rompió en un temporal y Martín Alonso ha conseguido traer hasta La Gomera, sin timón demostrando así su pericia marinera.
La travesía dura setenta y dos días.
Y la verdad, pese a saber que exploraban mares ignotos, del que se contaban historias terroríficas sobre las bestias horribles que habitaban aquel Océano Tenebroso por el que navegaban, y de los que se decía se tragaban los barcos enteros con sus tripulaciones dentro, o que el Mundo se acababa en una infinita catarata de vacío y sufrimiento, los marineros aguantaron bastante bien.
Hasta el día seis o siete de Octubre, en el que un intento de motín es cortado de raíz por Martín Alonso, que ante la pregunta de qué hacer ante tal desatino, que el aterrado y pusilánime Almirante de La Mar Océana le hace, replica:
-Ahorque vuesa merced a seis o siete y si no se atreve, abarloaremos nuestras naves a “La Santa María” y justicia se hará…”
Sin embargo la situación es más tensa que la cuerda de una guitarra y a Martín pese a sus ganas de colgar del Mayor a más de un díscolo, y de dos, no le queda más remedio que alcanzar un acuerdo con las tripulaciones. Es el día diez de octubre y promete a sus hombres, que si en tres días no avistan tierra, volverán a España.
Martín entonces se afana en convencer al terco y obtuso Colón de que varíe el rumbo de la expedición unas cuartas al Oeste…Ése leve cambio, ésas cuartas de timón sugeridas por Martín llevará a la flota en un par de días hasta la isla de Guanahaní, si no, a saber qué es lo que hubiese pasado.
San Salvador se la bautiza, y los expertos creen que es una de las actuales Islas Bahamas.
Aquel pequeño cambio de rumbo, ésos milímetros de los que nadie se acuerda, son los que permiten que se llegue al Nuevo Mundo y se descubra América y que se inicie La Conquista.
Ése ligero cambio de rumbo, cambió La Historia del planeta para siempre.
Y Colón no quería., Colón iba cegado por el brillo del oro y se murió sin aceptar que aquello que habían encontrado no era La China.
Martín, que sí quiso cambiar el rumbo, y con su personalidad, agallas y conocimientos guío la expedición, regresa a España calumniado y acusado de traidor por el mismísimo Almirante Colón, el ambicioso quiere la gloria y la fama para él y nadie tiene derecho a arrebatársela.
Y así se enemista con todos los que hicieron posible su descubrimiento, con Martín, con los Niño, con Juan de la Cosa…
A todos los acusa de traidores, de ladrones, de querer apropiarse de su gesta, y muchos le creerán.
Pero al final de sus días, todo el Orbe sabe que aquello no es el Cipayo y que La Tierra es redonda, sí, pero más grande de lo esperado.
Martín, De La Cosa y los demás tenían razón y Colón no. Se fastidie que al final al Continente lo bautizaron América, en honor de uno, que no se sabe a ciencia cierta si visitó o no aquellas tierras, o solo se aprovechó de lo que le contaban los que de allí llegaban, un tal Amerigo Vespucci.
Sin embargo nadie recuerda a Martín Alonso Pinzón, para mi modesta opinión artífice verdadero de la expedición pues pienso que a Colón lo hubiesen tirado por la borda y puesto rumbo a España de inmediato, los mismos marineros que por respeto a Martín decidieron seguir adelante aquel diez de octubre de 1492.
Valgan éstas líneas como homenaje y recuerdo hacia un hombre excepcional, noble, inteligente, buen marino y encima de Huelva, sin oscuras procedencias ni escondidos nacimientos.
Marino y de Moguer, Martín Alonso se llamaba.
A. Villegas Glez 2012
Marino Español, descubridor del Nuevo Mundo. (1441-1493)
Cristóbal Colón ha pasado a La Historia como el único descubridor del Nuevo Mundo, como un gran almirante, y como un iluminado predestinado a grandes hazañas.
Sin embargo no es oro todo lo que reluce, y Colón era un avezado marino, culto y seguidor de la Teoría Copernicana al que, eso sí, sus convicciones y ambición le llevaron a remover cielo y tierra con tal de lograr sus objetivos.
En la histórica travesía, incluso en la gestación de la misma, nada habría sido como fué, si no es por la figura de un hombre que hoy está olvidado en un cajón, otro héroe olvidado.
Cuando Colón llega al puerto de Palos y allí difunde La Cédula Real que obliga a la población de la zona a prestar su ayuda al genovés, la marinería de lugar aunque quiere cumplir con sus Reyes, pasa y mucho del llamamiento y del arrogante extranjero que la proclama.
La empresa es arriesgada y las maneras prepotentes de Colón no ayudan.
Entonces es cuando entra en escena nuestro hombre.
Martín Alonso Pinzón, que es un reputado marino y armador de la zona, tenido por valiente y leal con su Patria pues había luchado con bravura en las Guerras contra Portugal.
Es audaz, decidido y conoce los derroteros atlánticos como nadie, mejor incluso que los propios portugueses.
Colón le convence para que apoye su proyecto transoceánico y desde ése momento, Martín toma el mando “de facto”, de la expedición.
Desecha dos barcos que Colón había escogido y que no servían para la travesía que se proponían realizar. Martín arrenda dos carabelas, “La Pinta” y “La Niña”, enlistando entre los que compondrán la valiente expedición a los hermanos Niño: Pedro Alonso, Francisco y Juan, que son también de otra familia conocidísima de Moguer, también los Niño son avezados y peritos marinos.
Cuando se corre por la comarca la noticia, los marineros antes reticentes a embarcarse, llenan las tres naves, las dos carabelas y una Nao, embarcación de porte mayor que la carabela, propiedad de otro gran hombre de ciencia y mar que se ha unido al viaje, Juan de la Cosa, la Nao se llamaba, “Mari Galante”, pero a Colón el nombre no le agrada y será rebautizada como “Santa María”.
No es lo mismo embarcar con un genovés desconocido, arrogante y presuntuoso que junto a Martín Alonso Pinzón y sus hermanos, debieron pensar los marinos, grumetes y aventureros que decidieron subir a bordo de aquellas tres históricas naves.
Así el tres de agosto de 1492, salen del puerto rumbo a las Islas Canarias, donde tienen que parar a reabastecerse para poder continuar la aventura y reparar el timón de “La Pinta”, que se rompió en un temporal y Martín Alonso ha conseguido traer hasta La Gomera, sin timón demostrando así su pericia marinera.
La travesía dura setenta y dos días.
Y la verdad, pese a saber que exploraban mares ignotos, del que se contaban historias terroríficas sobre las bestias horribles que habitaban aquel Océano Tenebroso por el que navegaban, y de los que se decía se tragaban los barcos enteros con sus tripulaciones dentro, o que el Mundo se acababa en una infinita catarata de vacío y sufrimiento, los marineros aguantaron bastante bien.
Hasta el día seis o siete de Octubre, en el que un intento de motín es cortado de raíz por Martín Alonso, que ante la pregunta de qué hacer ante tal desatino, que el aterrado y pusilánime Almirante de La Mar Océana le hace, replica:
-Ahorque vuesa merced a seis o siete y si no se atreve, abarloaremos nuestras naves a “La Santa María” y justicia se hará…”
Sin embargo la situación es más tensa que la cuerda de una guitarra y a Martín pese a sus ganas de colgar del Mayor a más de un díscolo, y de dos, no le queda más remedio que alcanzar un acuerdo con las tripulaciones. Es el día diez de octubre y promete a sus hombres, que si en tres días no avistan tierra, volverán a España.
Martín entonces se afana en convencer al terco y obtuso Colón de que varíe el rumbo de la expedición unas cuartas al Oeste…Ése leve cambio, ésas cuartas de timón sugeridas por Martín llevará a la flota en un par de días hasta la isla de Guanahaní, si no, a saber qué es lo que hubiese pasado.
San Salvador se la bautiza, y los expertos creen que es una de las actuales Islas Bahamas.
Aquel pequeño cambio de rumbo, ésos milímetros de los que nadie se acuerda, son los que permiten que se llegue al Nuevo Mundo y se descubra América y que se inicie La Conquista.
Ése ligero cambio de rumbo, cambió La Historia del planeta para siempre.
Y Colón no quería., Colón iba cegado por el brillo del oro y se murió sin aceptar que aquello que habían encontrado no era La China.
Martín, que sí quiso cambiar el rumbo, y con su personalidad, agallas y conocimientos guío la expedición, regresa a España calumniado y acusado de traidor por el mismísimo Almirante Colón, el ambicioso quiere la gloria y la fama para él y nadie tiene derecho a arrebatársela.
Y así se enemista con todos los que hicieron posible su descubrimiento, con Martín, con los Niño, con Juan de la Cosa…
A todos los acusa de traidores, de ladrones, de querer apropiarse de su gesta, y muchos le creerán.
Pero al final de sus días, todo el Orbe sabe que aquello no es el Cipayo y que La Tierra es redonda, sí, pero más grande de lo esperado.
Martín, De La Cosa y los demás tenían razón y Colón no. Se fastidie que al final al Continente lo bautizaron América, en honor de uno, que no se sabe a ciencia cierta si visitó o no aquellas tierras, o solo se aprovechó de lo que le contaban los que de allí llegaban, un tal Amerigo Vespucci.
Sin embargo nadie recuerda a Martín Alonso Pinzón, para mi modesta opinión artífice verdadero de la expedición pues pienso que a Colón lo hubiesen tirado por la borda y puesto rumbo a España de inmediato, los mismos marineros que por respeto a Martín decidieron seguir adelante aquel diez de octubre de 1492.
Valgan éstas líneas como homenaje y recuerdo hacia un hombre excepcional, noble, inteligente, buen marino y encima de Huelva, sin oscuras procedencias ni escondidos nacimientos.
Marino y de Moguer, Martín Alonso se llamaba.
A. Villegas Glez 2012
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